28 de julio de 2011

"No tengo nada que ponerme"




Cuando nos compramos el piso dedicamos una habitación, que no íbamos a utilizar, como ropero; era obvio, su trabajo le hacía estar cara a cara con el público y la imagen, en esos casos, es primordial. Que nadie pregunte por qué es primordial, pero lo es... También es cierto que cuando éramos jóvenes éramos mucho más pobres; bueno, hoy también porque ya no son 400 euros los de 2002, es menos. Pero... Realmente, del ropero de marras sólo medio módulo era para mí, los otros cinco metros cuadrados estaban dedicados a 'su' ropa y 'sus' zapatos. Toda una amalgama de colores, formas, estilos, temporadas, etc., de las más importantes e, incluso, inverosímiles marcas y firmas. Yo, a parte de media docena escasa de corbatas y unos cuantos trajes, dos o tres 'jersezuchos' (in Albacete dixit) y un vaquero roto por la entrepierna, no tengo nada más. Nada más, lo juro. Tenemos una boda, nos empezamos a vestir; abre todas las puertas, esparce por la moqueta todo el vestuario (cientos de vestidos, zapatos, complementos...) y, entonces, la frase con la que me entran los siete males (y a mi tarjeta de crédito mucho más):


-Nene, no tengo nada que ponerme...

No hay comentarios: