23 de noviembre de 2011

"Peatón versus conductor"



Un día de lluvia, tal como el de hoy. Tengo la monótona costumbre de salir a comprar el pan recién hecho y el periódico, esto último indisciplinado (un día El Mundo, otro El País; algún otro ABC; casi nunca ningún otro) y claro, viene de ello el problema.

Tú vas con las bolsas y observas que los conductores te salpican a mala leche; imagino que piensan “jódete capullo y mójate”, y es obvio que yo no tengo la culpa de sus frustraciones. Normalmente suelen circular sin luces, lo que es obligatorio. No respetan las señales de Stop y de Ceda el paso. Cuando salen (y esto es verídico: me sucedió tal que ayer) no tienen la obligatoria costumbre de mirar por los espejos: me barrunto que muchos piensan que los espejos sirven únicamente para mirarse mientras uno se hace la toilette.

Y es más, esas velocidades. En un día soleado y seco los automóviles van por el casco urbano a la velocidad que se denomina “pisando huevos, es decir, mirando hacia las aceras para ver a alguna chati mona (de tal guisa los trompazos, minichoques y demás temas de chapa y pintura); pero, claro, un día lluvioso, a toda pastilla, para mojar al personal y, de paso, frenar de mala manera y estamparse contra otro automóvil (que es, generalmente, el que circula bien).

Si yo fuera Guardia Civil, con la recaudación de un día lluvioso acabaría con el problema de la prima de riesgo.

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