12 de marzo de 2012

"Indecisa... o lo que sea"



Yo ya lo sabía, estas cosas pasan. Ella lo fue demostrando, no me necesitaba, por eso me dio la patada, o algo parecido: quizás fui yo el culpable de haber centralizado mi vida en torno a ella. Se fue, o bueno, decidió prescindir de mí: se había encaprichado de… bien, ¿para qué hablar de ello? El caso es que yo seguí sólo durante un tiempo, en aquel apartamento de Seattle junto al parque de bomberos, aquella casa con las paredes forradas de un papel sucio que no quitó el amoniaco, con ventanas a un patio interior en donde habitaba una lolita gritona y una fumadora empedernida que llenaba el aire de humo. No Smoking, sí, sí, caso omiso.

Me llamó Mery, la de asuntos internos, no por nada: vino a la ciudad a ponerle las pilas a otro poli y quiso cenar conmigo, como en los viejos tiempos del curso de formación. Mery es previsible, se cena una hamburguesa con una cerveza imponente, se bebe cuatro o cinco bourbon y se va a dormir; es muy monacal y algo monjil, a pesar de ser tan hermosa. En fin, decidimos pasar Saint Patrick en una taberna de mala muerte.

Y allí estaba la otra, la que se fue. Con su pelo rizado y los mismos ojos de tristeza de siempre, soportando la monotonía de las cosas. No quise fijarme más… ni con quién iba (adiós muy buenas, señorita, que yo no soy un juguete) y pedí otra. Mery, eso sí, tiene conversación. Pero se acercó, ella, tan suya, se me acercó, porque en el fondo se cree que cualquier otra se mete en su terreno y se puso a mi lado. Cosas que pasan y que a mí me joden, así que he decidido dejar Seattle por otra ciudad. Tierra de por medio.

No hay comentarios: