5 de octubre de 2012

Joaquín Leguina


Acaban de conceder a Joaquín Leguina el Premio José Luis Sampedro en el marco del Festival de Novela Policíaca 'Getafe Negro', un galardón merecidísimo porque novelas como Tu nombre envenena mis sueños, Las pruebas de la infamia y Por encima de toda sospecha, entre otras, entran dentro del género y están estéticamente trazadas con ingenio, maestría y agilidad. Tengo para mí -y lo he defendido muchísimas veces desde hace ya once años- que Joaquín Leguina es uno de los escritores más llamativos de nuestros días y fiel seguidor de esa tradición española -afortunada para las páginas filológicas de los manuales de literatura- de políticos que se dedican con solvencia y fortuna a las letras, entre los que cabría destacar a Larra, Cánovas o Azaña, o como aquel segundo del Ministerio de Instrucción Pública maurista que se llamó José Martínez Ruiz y al que conocemos por Azorín.

La literatura de Joaquín Leguina es singular, intensa, interesante -muy interesante- y fresca; obras que van más allá de la trama y que se aderezan de ingenio, de ironía, de paisaje, de escenas magistralmente dibujadas; con una prosa sutil y periodística; historias que no dejan indiferente; paisajes reconocibles y bien trazados; personajes con un gran calado literario y narrativo. Obras que entretienen y, sobre todo, que dicen.

Disfrutamos mucho con la literatura y, a veces, además, tenemos nuestros autores de cabecera; aquellos a los que recurrimos de vez en cuando para sacar algo nuevo de sus obras cada vez que las releemos. A mí eso me ha pasado con Pérez Galdós y con Cela -que también tuvieron su ramalazo político- y, más recientemente, una y otra vez, con Leguina. Prueba de ello su último libro, muy recomendable: El camino de vuelta (La esfera de los libros, 2012); una suerte de memorias y visión crítica del PSOE en los últimos treinta años. No se trata de un libro al uso, porque la pluma, la sinceridad y la razón están al servicio de una mirada nostálgica, en cierto modo, de una parte importante de la Historia de España que todos, más o menos, aún recordamos.

Supongo que Leguina tendrá sus lectores, así como detractores y seguidores -en este último grupo me encuentron así como en el de los lectores, lo cual no es incompatible, obvio- pero no deja indiferente a nadie con lo que dice y con lo que escribe. Además, la frescura de sus páginas, el encanto de la mirada sobre el tiempo pasado, la perspectiva de los personajes, el Madrid leguiniano tan significativo y reconocible, nos hace ver en él a uno de los autores más intensos de nuestras letras de hoy y a un intelectual como los de antes, lleno de recursos, de anécdotas y de lecturas.

Merecido premio, repito.

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