18 de septiembre de 2013

"Todas las cosas que soñé"


Hace dos días que fuiste adolescente; hace muy poco que soñaste este futuro... que pretendes comerte. Y aunque la gente diga, o la gente haga, o la gente crea que no hay cabida para el sueño (despierto, intenso), tu mirada sigue siendo igual. El mal no cambia, pero tampoco cambia el bien. Esa sonrisa que se pone cuando algo quieres; esos nervios ante un examen, ante esa persona... (añadido ese cosquilleo en el estómago) o esa mueca de molestia cuando la que te saca sangre te clava la aguja... Noches sin dormir, llenas de sueños, plasmados en besos interminables, en la sonrisa de victoria porque se acaba ya la short story que estás escribiendo... ¿Ha cambiado todo tanto? ¿Acaso la carrera de fondo que estás corriendo ha llegado a su fin? Truena ahí fuera; esos señores del traje apenas piensan en ti y en aquel y en el otro, van a su bola; pero tú, mientras esperas para tomar un café improvisado con alguien, sigues sintiendo esa misma desazón de siempre (vendrá, no vendrá; la margarita que se deshoja)... ¿Acaso no te cuesta infinito, ahora, enviarle un whatsaap? ¿Y qué decirle, qué escribo? Que piense que eres original y tienes conversación... ¿Acaso no tienes aún intacta la capacidad de hacer reír a una cuadrilla de adolescentes en clase? ¿Acaso no tienen ellos las desvergüenza innata de gritar tu nombre en mitad de la multitud? Tú a su edad, ni más ni menos... Aún te tiembla la voz cuando inicias esa conversación, o un discurso, y lentamente te vas serenando... según la gente se te mete en el bolsillo y te grita "¡dales caña!" ¿Acaso no piensas que hay sonrisas eternas? Y caraduras que no deberían circular por la misma acera que la señora mayor que te sonríe, porque eres el único que la trata como si tuviera veinte años; como debe ser, vaya. ¿Acaso las cosas que soñaste no siguen intactas?

1 comentario:

Carmen dijo...

Precioso, gracias por escribirlo y por compartirlo.