1 de septiembre de 2014

"Pesadillas"

Quizás sea por el sabor de la derrota que queda al despertar, pero jode tener una pesadilla; nos dicen que los sueños pueden hacerse realidad, pero sería una cabronada que las pesadillas pasasen del subconsciente a la vida... A mí que no me jodan, pero gracia no me hace despertar empapado en sudor, vencer la monotonía de un cuerpo ausente al lado y, encima, que la tía del sueño se haya ido con otro, o haya mentido, o ambas cosas juntas. Y encima si vas a un psicoanalista te va a sacar la pasta por decirte que eso es algo que llevas en el subconsciente. Ni subconsciente ni leches: me jode tener pesadillas y punto. Se te fastidia el sueño y, ya despierto, oyes al fondo un perro ladrar, la sirena de la poli, los ronquidos de algún tipo que duerme con la ventana abierta y, para colmo, te pasas todo el día siguiente dándole vueltas al puñetero sueñecito de las narices: ¿por qué mentiría la tía en el sueño?, ¿a ver para qué oculta esas cosas si son lo más normal del mundo?, ¿por qué me mentirá con la confianza que hay? Así vas por la vida el día después, no digas que no; rayándote a tope, que ni el café te salva del bajón. "Oye, tío, que sólo es una pesadilla; no juzgues a los demás por un sueño", te dice la de la oficina. "Claro, como ella es mujer: dándole la razón encima", sueltas en plan machista; después te avergüenzas. Y cuando vas a tomar la cuarta taza de café -peor que los yanquis, te lo digo yo-, la misma chica de antes, que es inteligente de verdad, te dice desde el fondo: "menos mal que habías decidido olvidarla para siempre, porque si fuese lo contrario y encima por un mal sueño, invades Polonia"; con razón ríe.