15 de febrero de 2017

El silencio de las piedras

Un día cualquiera, da exactamente igual. El coche me lleva por una carretera bien asfaltada, cómoda y, de vez en vez, me cruzo con otros vehículos de paso; la radio, además, recuerda que estamos en dos mil diecisiete: "Boletín de noticias; actualidad, en España, los partidos... bla, bla, bla". Al fondo, casas abandonadas; juntas, como sosteniéndose unas en otras; varias de ellas aún dejan ver persianas en alguna ventana; otra más, casi a su lado, tiene ya el tejado caído, la de la esquina recuerda que incluso tuvieron número y deja adivinar un cinco: imaginemos que es la calle de Albacete, por nombrarla de algún modo. Ahí, en ese pueblo o pedanía o aldea o caserío hubo un día gente; jóvenes que labraban las tierras colindantes -hoy olvidadas también- con sudor; mujeres que abarazaban a otros seres de corazón latiente; fiestas en verano y lágrimas en los entierros en algún camposanto olvidado por los deudos. La gente se fue, poco a poco, como sin darnos cuenta. Hace algún tiempo acudí a uno de estos sitios, ahora memoria de historiadores y poco más y fotografié su eco; una chimenea, decorada con pintura al fresco por un señorito con ínfulas de pintor; a la salida me dijo el abuelo: "pusieron el trasformador de la luz en el 61 o 62 y en el 63 ya no quedaba nadie aquí". Allí sigue el transformador, cortesía de Iberdrola, entre los cascotes de lo que un día fue caserío que albergó a trescientas personas, según un censo de 1916. Delante de mí un camión: reduzco, cojo velocidad y adelanto; así, contrapunto de la modernidad con el fondo de aquel pueblo de La Mancha, en que no quedan ni los ecos mudos en la noche; casas que en veinte o treinta años serán polvo; sitios en que hubo alguna tele y vieron al Caudillo irse, a Adolfo subir y bajar, a Naranjito o el petardazo de Chérnobil -en blanco y negro, eso sí-; aquellos días de frío hasta en los huesos, cortesía de las casas sin calefacción: hoy ni los reclaman los cazadores de herencias. Cada vez hay más pueblos abandonados, según las últimas estadísticas; cada vez hay más contaminación en Madrid o Barcelona, en los barrios que ya no son ni obreros, en opinión de la UE. Y digo yo...

2 comentarios:

victoriafol dijo...

Tremenda verdad y digo yo ....con lo bien que se vive en los pueblos que hacemos todos en las ciudades ???deberías Paco reflexionar sobre eso 😳????nos perdemos la tranquilidad,el sosiego ,la familiaridad de otras personas conocidas ..y sobre todo el SILENCIO!!!

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Reflexionaré, en voz alta ;-)