21 de mayo de 2011

Sabina Casarova, de nuevo




“No es necesario siempre conocer a alguien para comprenderlo”

Muchas veces, cuando las musas nos visitan, somos recurrentes; otras veces, cuando una mujer invade la imaginación, necesariamente ha de ser la protagonista de cuanto se escribe. Ciertamente hoy no sabía acerca de qué escribir, de tal modo que me he vuelto a acordar de Sabina Casarova (ver, otra vez http://www.sabinacasarova.com/), aunque sinceramente, llevo varios días recordando Praga y aquellos estupendos días que pasé en la ciudad de Václav Havel; incluso hoy mismo he vuelto a mirar las fotografías de la ciudad, con los tranvías, el cementerio judío, la Universidad de Carlos, la casa que habitó Franz Kafka, la plaza de Wenceslao, aquel edificio moderno que parecía bailar... la residencia donde vivía mi amiga, que no sé cómo se llamaba o el hotel con forma de pirámide en el que yo me alojaba. Ayer, cuando me referí a ella (cuando ella misma y su elegancia me inspiraron para ‘decir’ algo en este Blog), a Sabina Casarova, no recordé el nombre del fotógrafo que tomó esa instantánea, así que ella aclara en su web que el nombre es Marcelo Aquilio (http://www.aquilio.net/), un fotógrafo que, a simple vista, es un excelente artista.

Pero también es cierto que Sabina me recuerda a alguien que vi hace mucho tiempo, quizás en los últimos años noventa o principios del siglo XXI; alguna otra mujer o ella misma, si es que paseando por Praga me la encontré alguna vez. Me inspira su forma de mirar a la cara, de ‘decir’ con el gesto, de seguir (como la Gioconda) al espectador de la imagen. Es, indudablemente, una gran modelo y eso se aprecia. Es joven y eso me gusta, su nombre no es rimbombante, y eso está genial porque es tiempo de que seamos protagonistas de las cosas cuantos nacimos hace treinta o treinta y cinco años... Por eso escribo sobre ella. Y le agradezco que sea tan amable, algo que habla muy bien acerca de ella.

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