7 de junio de 2011

"Si me dices ven, salgo huyendo"




Estás completamente ida; tu enfermedad no es común: cambias de ánimo con tanta premura que soy incapaz de entenderte... ¿Es posible que tengas deficiencia de litio? Cuando te conocí y decidí tirarte los trastos eras otra, aquella muchacha rubia que caminaba por el embarcadero de un lago en el Norte de Vermont. Un típico español apabullado por la inmensidad norteamericana y que, de pronto, ve a una mujer así, sin el complejo pequeño burgués de las ciudades españolas o provinciano de los pueblos de la piel de toro. Una mujer como tú... ¿Quién me iba a decir que eres una perturbada? Una de esas locas obsesionada con que mi corbata esté en consonancia con no sé qué (que haga juego, diríamos en España); en variar la dieta y eliminar las grasas, hasta tal punto que en la barbacoa de los McCain de mayo me comí una ensalada de brócoli en el colmo de la absurdez o de la estupidez. Eso sí, llevas las cuentas como nadie. Pero estás loca... Nunca compras en la red porque te destrozó la idea, en 1995, una película de Sandra Bullock; sueñas con que te suplanten la personalidad o que yo deje de quererte y por eso cada día marcas mi móvil treinta y siete veces. Alabas mil virtudes en los hombres españoles que para sus mujeres serían terroríficos defectos. Calientas el café dos veces y me impides ir al Sturbucks, cosa grave, diciendo que el de casa es mucho mejor. Estás loca, inmensamente loca. La próxima noche que me esperes ceñida en ropa interior de seda negra y me digas "ven", salgo corriendo y no paro hasta Canadá, mi amor.


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