9 de septiembre de 2011

"El extraño suicidio de María"



En mi corta carrera como detective privado he aprendido por norma que quien avisa de que se va a suicidar no lo termina por hacer, simplemente llama la atención. Por eso, aquella mañana fría, en el despacho de la Gran Vía, decidí no prestar mucha atención al caso que me traía aquel ejecutivo aderezado de un pinganillo en la oreja, ademanes pijos y mucho dinero, como si el dinero pudiera comprar el alma de su novia. Vamos, de la que era su novia aquel día.


El caso es sencillo: el ejecutivo pijo se había liado con Ruth, su rubia secretaria en el banco (pongamos que un banco cualquiera, para no dar pistas: ya se sabe, el secreto profesional) y la novia, María, enterada del affaire, y como veía su mundo hundirse, había amenazado, vía sms (hasta para eso sirven las nuevas tecnologías, ¡uf!) con suicidarse. "¡Menuda tontería!", dijo la secretaria del despacho (Aclaro: somos doce o trece detectives, que a mí no me da para ir por mi cuenta). "Ya, pero conoces a la gente... parece que hay ojos que se enamoran de legañas y ya sabes que no se ve más allá de las legañas", le respondí; o pañuelo que se enamoran de mocos. Pero... como acepté el caso porque el jefe me dice un día sí y otro también que no doy ni golpe ("Ahí en Albacete pegándote la gran vida y Madrid lleno de casos, que para nosotros no hay crisis", me advirtió en su última llamada) me puse en marcha y salí a investigar a la tal María.


Morena, bien puesta y sonriente todo el tiempo, al menos eso es lo que vi cuando me hice el encontradizo con ella en el Centro Comercial. Simulé leer El Mundo mientras tomaba mi capuchino, así que con la excusa de una pequeña mancha que le hice adrede... "No tiene importancia, de verdad", dijo. A mí no me pareció muy hundida, vaya. Y menos el sábado cuando estuvo bailando en plan Ibiza en Serrano 43. La tía se metió entre pecho y espalda tres o cuatro gin tonics.


El lunes, bien temprano: "Paco, la que tú decías se ha tirado por un barranco y está muy mal". Una cagada profesional, ya se sabe, todo eso que no sale en la tele ni en las películas. Me fui al barranco, al hospital, vi al novio (que, dicho sea, me puso cara de perros), hice algunas de esas averiguaciones que no se pueden confesar y me fui a ver al jefe, que me dijo, con su humor de mil demonios: "¿Qué tienes?":


- Pues que si María muere, el cornudo, encima, hereda una pasta de un seguro de vida.

2 comentarios:

warry74 dijo...

¿Hay algún libro que hayas publicado? Me gustaría adquirirlo.

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Hola...

Tengo alguna cosa, en antologías colectivas, y en breve se publicará mi tesis doctoral. Si quieres alguna antología, yo te la doy o puedes comprarla en Ediciones Irreverentes, por Internet.