7 de marzo de 2012

"La estudiante del parque"



El banco de aquel parque estaba vacío, lo normal a aquella hora, porque los que se iban o venían de la comida lo hacían en los restaurantes de alrededor, es lo que sucede en Nueva York en invierno; otra cosa hubiese sido en primavera o en verano. Tenía ante mí el resplandor de un día cualquiera que ya iba muriendo y un libro de Paul Auster por empezar, una nueva historia, cualquier evento plasmado por el genial escritor neoyorquino. Pero, de repente, la estudiante se sentó cercana a mí y sacó unos apuntes y un perrito caliente del que rebosaba la mostaza americana y el kétchup. Una estampa para un relato.

Tengo que reconocer, aunque esté mal, que en situaciones así soy poco discreto, rompo pronto el hielo y meto la pata a los cincuenta y dos segundos, lo cual tengo cronometrado de una noche de copas en Manhattan, aclaro. La chica, Emily, estudiante en un College, estaba repasando sus apuntes de español para un examen dos días después. Cuando le dije que yo era profesor de español vio su cielo abierto: había encontrado al profesor particular que requería.

Fue así como entablé amistad con el grupo de la Fraternidad Alfa Omega Pi de la calle no sé cuántos, que estaba formado por un variopinto grupo de jovenzuelas alegres que estudiaban de todo. Les di unas cuantas clases de español (más de las que deberían, pues eran algo torponas) y me desazoné al pensar que con esta crisis que nos azota, su futuro es incierto, penosamente incierto.

No hay comentarios: