30 de marzo de 2012

"Los bajos fondos del alma"



A los bajos fondos tóxicos, hasta que les apliquemos antibiótico.

Mienten. Algunos escritores mienten cuando dicen que no son capaces de describir la cruda realidad del mundo, los sótanos oscuros de la ciudad, toda esa gente mala que pulula por la realidad: los bajos fondos del alma. Esa gente que sólo sabe hablar de sí misma. Basta, como me pasó aquella mañana, con entrar en el bar de aquel pueblo… yo transitaba una autovía entre el Sur y el Norte y paré en mitad del trayecto, media hora, únicamente media hora.

La joven hermosa y fumadora que se casó del penalti con el macarra del barrio, al cual ahora apenas soporta y si se tercia le planta los cuernos; el orgulloso que únicamente sabe hablar de dinero de forma casi obscena; el faltón que se introduce en las conversaciones opinando de todo, aparentando que sabe de lo que habla pero cuyo trasfondo es una ignorancia supina; la mentirosa compulsiva que sólo sabe hablar de sí misma y de sus cosas insulsas; el estafador que ha dejado en la calle a varios trabajadores de su empresa en quiebra. Todo ello. Lo podría aderezar e introducirlo en una novela, pero no es original. Me han dicho que eso ocurre más de lo frecuente y en cada rincón del planeta. No es noticia.

Como dice Amaral en una canción: “hay demasiados corazones sin consuelo”. Mi alma de escritor está seca, necesita acción, no quiero ser demasiado bueno para ellos; necesito retratar lo oscuro, el eje del mal. No, no es que prime, sino que hace más ruido y mucho más bulto que otras cosas.

Por eso uno tiene esos días de hastío en que quiere coger un avión a la nada, pero lejos. Que nadie se engañe: hay sitios con gente menos pintoresca y más sonriente, pero lejos.

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