2 de abril de 2012

"En los bajos fondos y de noche"



A Rocío.

En uno de esos extraños viajes que realicé alguna vez, no recuerdo cuándo, pero sí a dónde (Suramérica, para más señas) me introduje distraídamente en unos bajos fondos que son, en realidad, el alma de la vida y la esencia del mundo. No, no todo es hermoso, bonito e ideal como nos pasa cada noche la televisión; a veces hay oscuridades del alma que se dejan ver cuando la luna se transforma en el sol de los muertos.

Paseaba la gran avenida en donde aquel general se daba baños de multitud, pero ahora, de noche, todo andaba en calma; algunos adolescentes, quizás, de marcha; parejas de mediana edad camino de su casa; taxis y automóviles de policía y seguridad. Poca cosa, de tal suerte que me introduje en una bocacalle a la derecha: un sitio angosto, húmedo y adormecido. Una chica salía a fumar un pitillo a la calle, una de esas mujeres de mirada profunda, pelo larguísimo y derrotada por la realidad. Me adentré en el tugurio y pedí un whisky on the rocks y escruté de nuevo al personal: un cartero aterido de frío que probaba el Armañac de corrido. Dos chicas jóvenes que se habían esfumado de la academia nocturna: volvían por sus fueros porque una le decía a la otra que no quería estudiar de adultos. El camarero cejijunto y feo y dos tipos que miraban el fútbol: el opio de todos los bares de todos los países. Una joven tristona en una mesa que no cesaba de mirar el móvil.

Cuando salí de allí, bebido y sin un dólar, calculé que la vida nos muestra setecientas personas de seis mil millones: que nuestra mirada recorre cuerpos, espacios y tiempos cada segundo y que la luna es el sol de los muertos; que no lo vivimos todo ni lo controlamos todos.

La muchacha seguía fumando y me despidió con un “adiós español".

1 comentario:

Mista Vilteka dijo...

Pues acabo de llegar de pegarle al almuerzo fuera y comentaba algo como: "es interesante. Los restaurantes son casi tan viejos como las ganas de estar en grupo y, sin embargo, todos se reúnen en un mismo sitio para hablar con los llegaron sin, ojalá, ser interferidos por los que no conocen". Y llegué a tu texto y me quedo con esto. Cuántas personas por ahí con las que nos atravezamos cargadas de quién sabe qué, con vidas quién sabe cómo, con una manera de arreglar las cosas del baño, quizás una mesa de noche, algunos recuerdos que nunca sabremos, discusiones que no oímos, interacciones familiares que no identificamos. Hay tanta gente y apenas si puede uno con uno.

¡Me ha encantado! Hace dos noches, tomando una pola con una madrileña, yo colombiano, aprendí lo que era un pitillo para uds.

¡Saludos!

F.