11 de septiembre de 2013

"Mal de amores"


"Nunca se para de crecer,
nunca se deja de morir".
(Fito).

Aprendí pronto (y tú también, reconócelo); no recuerdo cuándo ni si fue en mitad del Madrid de entonces, en el West End de Boston o en West Wheelock en Hanover, al frío Norte. Ahora se lo digo a esa gente que lo lleva escrito en la cara: no es humano el que no sufre mal de amores. Es posible que esto sea un juego; que el aire que respiramos se atenace del deseo (¡qué bien lo diría por mí Luis Cernuda!); que uno se crea el rey del mambo (ya lo sabemos, el cine y sus efectos secundarios...); pero lo que no es, es ciencia exacta. A pesar de los poemas, a pesar de tantas letras de canción, a pesar de tantas horas dedicadas a mirarla, a pesar de cuando se dice y, sobre todo, cuanto se calla; a pesar de todo lo que se invierte en ser feliz (sobre todo siendo el niño que uno lleva dentro, sonriendo). A pesar de que la vida es una putada (but We will never surrender!), sinceramente, no es humano el que no ama, pero también al que alguna vez no le han dicho no -o el silencio que se cernió en el lugar de una respuesta que jamás llegó-. ¡La cruda realidad, que rompe el deseo! Un lugar indeterminado; ahí vas tú, distraído (o distraída, según quién seas...), observándolo todo... Alguien se cruza contigo; ves, ese efecto secundario de quedarte sin aire... esa sensación de no poder hablar, esa situación en que estás en el centro de todo lo que mueve lo humano... A eso no renunciamos, eso es la vida. Y lo demás, todo eso que queda y que no está escrito. No-está-escrito.

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