12 de septiembre de 2013

"Conversaciones a medias"


Aquella noche, en un tugurio de carretera, mientras cenaba un filete de cartón piedra, en la televisión pasaban una película en la que el jefe despachaba de mala forma a la secretaria, dejando una conversación a medias. Me vinieron a la mente todas esas veces que uno comienza a decir algo importante (con la preparación que lleva, con la mentalización por hacerlo, con la ilusión de hacerlo) y queda en el aire, a medias. Unas veces detectas la falta de interés, otras la parte contraria zanja lo que estás diciendo con un adiós irreverente, otras eres tú quien decides que es mejor no seguir por la indiferencia... Y no digamos ya cuando ese invento llamado whatsaap es desde el que pretenden que cuentes algo, que deberías decir cara a cara. Es tan largo y tan intenso que los dedos, por lo general, van mucho más lentos que el cerebro. ¡Tantas cosas quedan por decir! Al otro lado del interés existe una persona que necesita ser escucha y cuanto te dice, tú asientes; pero... ¿y cuándo quien tiene que hablar eres tú? La secretaria de la película (tenía pinta de ser de los setenta, retro total) se retiraba con sumisión resignada: digo yo que, al menos, cobraba por soportar al jefazo. ¿Y cuando quien dice eres tú? Todo eso que queda dentro, que se agolpa, que madura dentro, que se queda ahí y que oprime, tengo para mí que algún día debe arrepentirte, ¿o no? Yo qué sé, no soy psicólogo. Pero no dejo de pensar en esas veces que acudes a otra persona con delectación, con interés (si no tuvieras interés por saber no te comunicarías, pienso) y, de pronto, ¡zas!, la cosa se zanja abruptamente... I-n-c-o-m-u-n-i-c-a-c-i-ó-n. Lo peor es cuando al pasar el tiempo se te olvida lo que ibas a decir, a quién decir, cómo decirlo... Entonces es ya tarde.

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