11 de junio de 2014

Una sorprendente coincidencia


Siempre he pensado y defendido que las casualidades, así como la justicia poética, no existen. La suerte, igual que el futuro, hay que buscarla: echarle el guante en el instante en que se presente ante ti. In motion. De un tiempo a esta parte he empezado a replantearme esa teoría, con amplias reservas. Madrid, una mañana de soleada primavera. Suena mi móvil mientras espero para desayunar (quedar para desayunar es una buena ocasión para la palabra dicha); al otro lado de la línea alguien me dice que cree estar viéndome y cuando voy a decirle a esa alguien que no es factible, porque estoy a trescientos kilómetros de casa, ambos descubrimos que estamos enfrente de verdad y a la distancia de la Historia: yo en VIPS y ella en la terraza de Viena Capellanes, la tahona que fundó la familia de don Pío Baroja y en la que el escritor trabajó algún tiempo. Reflexiono ahora que mientras esperas, la realidad te sale por otro lado; aquella mañana la realidad se impuso a la agenda de las cosas planificadas, como siempre, con la sorpresa de la casualidad. Todos vivimos de la inercia en que se cumpla todo cuanto queremos y pensamos y, por qué no, de lo que deseamos. Y un día, mientras lo que pasa es simplemente la vida, lo más interesante es lo improvisado, la compañía del alguien inesperado; una conversación que no esperabas; una llamada a deshoras; un whatsapp intempestivo; el buen rollo que transmite una sonrisa de mujer, de niño o de anciano; tomar notas porque unos ojos te miran fijamente mientras hablas de poesía, del Ateneo Anarquista, o de la -t eufónica del francés... da igual. Y es que, en el fondo, nos perdemos en las pequeñas cosas tóxicas y dejamos de lado el sin motivo ni razón: todo lo que nos acompaña, en lo pequeño. Como aquel primer día que vi a la musa y desde entonces camina junto a mis letras, entre silencios y palabras que la hacen protagonista de esas letras.

2 comentarios:

Bitxito dijo...

El mundo es un pañuelo. Lo que escribes, profe, inmenso.



M.

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Gracias. Inmensa tu sensibilidad...