26 de agosto de 2014

Corredoras

Cae la tarde en un pueblo de la España interior y salgo a caminar por ese retazo de lugar que separa la pureza de la civilización, con todas sus indiferencias y sus rencores. Es el momento de escuchar música, de poner en regla las ideas, de caminar solo con mis pensamientos, recordando de fondo los versos de Lope: "a mis pensamientos voy...". Ellas se cruzan mientras corren, con ese aparato adherido al brazo, que yo pensé que servía para contar pasos, pero que, como me ocurre a mí, introduce en sus almas la música. Algunas me saludan, son conocidas, quizás hasta me leen o, simplemente, se alegran de que el circuito de carreras a pie está concurrido. Otras pasan a lo suyo, como corresponde a deportistas. No es ninguna moda, es un hecho: atrás quedaron los días en que una mujer, después de casada, se encerraba a cuidar de la casa y de los hijos; tiempos de sombras, letras escarlatas que son ya Historia. Es un momento concurrido, más que muchas noches de sábado, por parajes que el invierno borra de la memoria. Corredoras similares a las de otros sitios; apenas se diferencian de las que a la misma hora y bajo el mismo ocaso hacen idéntico ejercicio en Central Park, en el Retiro o en Hide Park; con una salvedad: estas tienen apellidos más cercanos.

2 comentarios:

Belén dijo...

Me encanta Paco. Una gran manera de acercarnos a Nueva York, Madrid o Londres, pero sin olvidarte de nuestras raíces.

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Y sin olvidarme de que las mejores corredoras, sin duda, están aquí. Gracias.