20 de abril de 2015

Solos de madrugada

Como ayer, siempre como la noche de ayer: una de esas madrugadas en que te toca ensayar el papel de estar despierto. De golpe, recuerdos: siempre inercias no del todo agradables; dudas, incertidumbres (en un minuto pasas de decir 'sí, así lo haré' al 'no, para qué' y, claro está, el estadio intermedio: 'según me levante'). Como una meditación: la duda de si dijiste lo correcto entonces o si debiste callar... Quizás te puedan sorprender 45 o 50 minutos en duermevela, aderezada por la pérdida de un tren, o que no llegas al lugar hacia el que vas, o que has perdido el taco de post-it... vete tú a saber. Las manecillas del reloj van cambiando, girando en la esfera: enciendes la tablet y buscas cosas de un tiempo sepultado, que no debía salir a la luz en esa noche ni ninguna otra. Vuelta y vuelta; las sábanas se deshacen y prometes tomar medidas para que no vuelva a ocurrir: la sonrisa, aquella primera vez que se la viste; la matrícula de honor de aquel curso; los sábados de ir al cine; tu primera clase; la sensación esa que se te pone en el estómago cuando asciende el avión al despegar; quien te dijo que no y quien no se atrevió a decirte que sí; aquella discusión; un 'anda y que le den'; aquella vez que montaste un pollo en el bus, porque una niñata no cedió su asiento a una señora mayor -que lo cedió por tus narices-; unas manos de mujer; aquella peli que ojalá pasaran de nuevo en la televisión... Por la ventana se cuela una claridad rara y débil, que señala que está amaneciendo y, con el día, tú despierto... No se oye ruido alguno en el lugar, salvo que sube el café con su silbido, el humo y el aroma... Unas horas después alguien te dirá que tienes ojeras, pero a ti te da igual: en ese tiempo has caído en que 50 menos 32 son 18, no 28, señor de letras; que el comentario pragmático de texto es demasiado endiablado; que una sonrisa vale más que mil palabras y que hay algo peor que una cama vacía, arrugada y nerviosa: el jodido insomnio, el puñetero y recurrente insomnio de las narices.

2 comentarios:

Belén dijo...

Fascinante Paco, no quería dejar de leer. Has logrado que me pueda evadir del trabajo. Sólo una pega, ¿para cuándo la segunda parte?

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Gracias Belén. Tú, que me lees siempre. Pues me temo que para el próximo insomnio, la segunda parte. Eso sí, que tarde en aparecer...