31 de octubre de 2015

La llamada

Cuando se produjo la llamada apenas sentí nada, a pesar de que muchas veces antes sentí la necesidad, quizás la urgencia, de recibirla. Sencillamente el tiempo transcurrido; la inercia del silencio mientras tanto; la espera en vano, como si los tiempos fueran eternos, habían mitigado la intriga, el interés, el deseo... y ahora ya no quedaba nada de la ilusión de atrás, tanto que la llamada y la propuesta me resultaron tan borrosas como una llamada comercial, en la que la operadora ya sabe de antemano que vas a responder con un no rotundo. Muchas veces, tiempo atrás y en soledad, pensé en cómo sería el día en que ella llamase, qué debía responder yo y cómo hacerlo... y ahora, tras colgarle, me sentí extraño, con una sensación entre de inapetencia y de capítulo cerrado. No termino de entender si el paso del tiempo habla o no, si las cosas de cada día nos cambian o no... pero una llamada, a veces, lo dice todo, lo cambia todo. 

2 comentarios:

Mercedes Campos dijo...

A veces es el silencio, que es tanto y tan largo, que ya no se soporta más y uno termina alejándose de los sentimientos y de la emoción. Por algo dicen que el tiempo lo cura todo... lo cura, lo desgasta y hace que se olviden emociones. La dicha no es tal cuando se ha perdido el interés y la anticipación. Esperar algo que no llega es lo que tiene, que uno se cansa y va haciendo su vida... y se termina por olvidar. Pasa el momento.

Si ya no te mueve la llamada... ¿Importó alguna vez de verdad que llamara?

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Gran reflexión, Mercedes :-)