30 de mayo de 2011

"Llegar tarde a tu vida"

Cuando encendí el teléfono móvil apareció un mensaje suyo, probablemente enviado la noche anterior mientras yo dormía. Me invitaba a tomar una copa y yo, instintivamente, lo borré de la bandeja de entrada; además, el reloj marcaba las ocho cuarenta de la mañana, tiempo de café con leche. Ya era demasiado tarde. Con ella tuve el summum de la paciencia, lo intenté todo, incluso ignoré cuantas impertinencias sicológicas me había infringido todo el tiempo. Pero ya era demasiado tarde. En la Brigada los compañeros me notaron extraño; supieron desde el principio que algo me estaba ocurriendo emocionalmente, y no es extraño, no porque sean buenos detectives, que lo son cuando están sobrios, sino porque aquella tipa me había llegado hondo a pesar de que lo único que poseía era belleza, de lo demás nada. Como un jarrón chino de la dinastía Ming que vale veinte euros porque el interior huele mal. Eso. Cuando a la tipa se le echaron los años encima y le fueron dando calabazas todos y cada uno de los zánganos que le entraban con frecuencia, entonces reparó en mí. Pero ya era tarde, muy tarde. Intenté compensar en ella los errores del pasado, ser un tipo que algo pudiera proponer a una mujer como ella. Y nada. Me colmó de indiferencia, apenas me decía nada, jamás o casi nunca respondía mis sms y, además, jamás aceptó que la invitara a cenar o a un café. Tuvo dudas, incluso, de visitar mi apartamento, por lo cual se excusó. Andaba muy ocupada. López, de homicidios, me dijo que mientras yo hacía el estúpido pensando en ella, estaba quedando con un divorciado de otra ciudad y, más tarde, con un individuo al que había dejado la novia. López sí es leal, pero dicen que el tonto es el último que se entera de las cosas. Y el tonto soy yo, inspector de la Brigada Criminal Central. Un don nadie con placa; si al menos fuera Colombo o Sherlock Holmes... El sms era claro, una copa; ahora, casi un año después, varios días más tarde de decidirme olvidarla y centrarme en el trabajo acumulado. Pero ya era tarde: la indiferencia se paga con el olvido. Incluso he borrado su número. Ya no es nadie.

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