26 de agosto de 2011

"Experimento con una choni"



Mi primer destino como fiscal del distrito fue en un suburbio de la capital, donde tomé posesión rápidamente para trabajar con premura. Me pasé la vida en un barrio in y la Facultad estaba llena de niñas pijas, donde conocí a mi mujer. Ahora, como dicen muchos de este oficio, me tocaba tomar contacto con la realidad. Y así fue.


Se presentó en mi despacho 'la Demetria', señora madre de Jennifer Dolores, una chavala de veintisiete años. "Señó fircal, que el Juanjo ha vuelto a preñar a mi chiquilla y ya va por ocho churumbeles derde que la espatarró por ver primera; haga usté argo", me señaló a modo de denuncia. "Mire, señora, yo no puedo hacer nada, salvo que la muchacha sea menor, que no es el caso; y si tiene ocho hijos, pues nada, qué quiere que yo le haga", le dije algo sofocado. "Ea, pos hable urté con el Juanjo y que trabaje u argo", añadió con verdadera impaciencia de madre.


Llamé al despacho a Juan José U. L., alias 'el Juanjo', 'el cani', 'el tirillas' o 'el Pitis' (este último por ser del barrio de indéntico nombre), fichado por la policía desde los trece años, alguno de los cuales pasó en la cárcel por robo, etcétera, etcétera. "Ejque me aburro, señor fircal, y claro como la Yeni está tan guena", fue su versión de los hechos (iba vestido con la camiseta sin mangas típica de estos sujetos). "Mira, Juanjo, para que no te aburras cuenta las estrellas y, cuando las tengas todas, me dices la cifra final", dije como salida escurridiza a un asunto no judicial.


Dos meses después vuelve el susodicho cani, que así se denomina al macho de la hembra choni, y me responde que en el firmamento hay, según su leal contabilidad, 1.234.575 estrellas. "Y, ahora, fircal, puedo hacerle el amol a la Yeni", me pide. "Hijo mío, tú verás", dije, estando delante la señora Demetria que montó en cólera. El Magistrado tomó cartas también el asunto, por lo cansina que resultó la mamá de Jennifer, y me citó en su despacho al día siguiente. "Le pido que se introduzca usted en el lecho conyugal con Jennifer Dolores e investigue el motivo de ser tan prolífica", me ordenó. "Pero... señor juez, una cosas así...", dije angustiado. "Nada, prueba pericial", sentenció.


La Yeni tenía cierto bello piloso en las axilas y en el labio superior, aquello que se denomina bigote. Las piernas también parecían ciertamente poco afectas a ese invento tan majo que es la Gilette y los piercings adornaban su labio inferior. De tal suerte que cuando la vi así, salí corriendo y aún me espera.


Al llegar a casa, mi señora esposa, una niña bien del barrio de Salamanca, tersa, guapa, joven, oliendo a vainilla, me recuerda que esa noche estrena un conjuntito que..., a lo que yo respondí:


-Mira, cariño, me duele la cabeza, otro día.

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