6 de septiembre de 2011

"La chica del tren"



"Ave destino Madrid, andén siete", dice la mecanica voz de la megafonía en la estación de Albacete-Los Llanos. Me quito el mp3 y sujeto con fuerza el portátil, que llevo en mi mochila marrón, que ha debido realizar unos 25.000 a 30.000 kilómetros en viajes. Subo al vagón número ocho, en la cola, asiento siete be y justo en el a se sienta una de esas chicas monas, que se esconden detrás de una montura de gafas negra, gruesa, de alguna pasta. Lleva bombachos y está delgadísima, pero ese aire intelectual la define, la hace atractiva. Ni se inmuta cuando me siento y saco El Mundo y me pongo a leer. Al fondo, una película española protagonizada por Eva Santolaria.


De vez en cuando, mientras observo el paisaje de la provincia de Cuenca, la miro y aspiro su olor, dulzón, como el de las pijas del barrio de Salamanca. Ella escribe, porque debe ser poeta o profesora o algo así. Viene de la playa, o algo así, porque está muy morenita. Saca el móvil: "no puedo, este finde estoy ocupada", pero se queda sin red y cuelga. Sabe que la observo, lo nota: se me ve que soy escritor porque tomo notas y leo, después del periódico, a Somerset Maugham. Igual que yo sé que es una intelectual de izquierdas, por cómo viste, por cómo habla, por cómo mira, ella sabe que yo soy un curioso impertinente indefinible, que viste de Springfield. Me impacta que sea atractiva: no es guapa, pero como si lo fuera, porque resulta atrayente hasta el mínimo detalle de llevar pintadas de colores distintos las uñas de los pies.


Entonces me digo: tú lo que necesitas es una chica así, intelectual, frágil, inteligente (más que yo, seguro), ácrata. No hay nada mejor que dos polos que no se atraen, opuestos, sin nada común. ¿O sí? ¿O no?


Y entonces pienso en el verano pasado y me digo: mira que te conformas con migajas cuando puedes comer caliente.

1 comentario:

encarnisabina dijo...

Jejejejejeje...muy bueno!!!