21 de noviembre de 2011

"Los vecinos de Juan"



Juan llega cansado todos los días desde hace un año. Ya no se habla con su mujer; incluso algunas noches ni duermen juntos; él lo hace en el sofá, con la televisión de fondo, y como al despertar sobresaltado por la teletienda sufre de pereza y de insomnio, pues no se llega al dormitorio conyugal. Se lo decía la madre “hijo mío esa muchacha no es para ti”, obvio es que no se equivocó doña Ernestina y se debió haber ennoviado con María, la hija del fontanero. Ahora, veinte años después y tres churumbeles mediantes ya es tarde. Fábrica, sueldo, no llegar ni al quince del mes y así las cosas.

Los sábados trabaja medio día, así que pasa por el Bar Casa Juan y se toma dos o tres cervezas con los parroquianos, que tienen soluciones para todo, singularmente para arreglar el país en tres meses. Luego toca paella (eso sí, ha de reconocer que su mujer tiene mano para el arroz) y siesta. Fútbol de pago, que es su único lujo y poco más. Vida monótona sin remisión.

Pero… ahí está la choni de la vecina, una rubia de bote con dieciséis piercing esparcidos por toda la cara que saluda, todo hay que decirlo, pero que cuando viene su cani en el coche blanco a toda pastilla la música se enteran hasta en el Elíseo de París. Una vez quiso protestar, pero su mujer se mostró reacia (no hay más que señalar que el 20-N fue ella quien le preparó el voto; ¡menudo genio!) y es que el cani tiene pinta de entreverado. Ya se sabe que la camiseta de tirantes les da mucha autoestima.

Cada sábado la misma música del mismo grupo mismamente asqueroso… las canciones de amor pastoso y merengón, el cani saltando en el asiento; la choni que se sube y mientras se morrean un rato la música sigue. Así que, de seguir así, el próximo fin de semana les tira una botella vacía de J&B en el parabrisas, para que espabilen.

1 comentario:

warry74 dijo...

otra vez de vuelta...