31 de julio de 2014

"Miradas"

Lo bueno que tiene viajar en verano son las miradas que te cruzas. Uno coge un vuelo, o un tren... y allí existen miradas. Es cierto, dicen, que hay miradas que engañan y personas que se engañan con las miradas; pero los ojos de la gente, mientras te dicen o te hablan, son la alerta de quien tienes delante. Junto a ti, en un vuelo, se sienta una muchacha que, de vez en vez, te mira de soslayo; otras ocasiones, eres tú mismo quien la miras... o en la fila para acceder al vuelo, con destino Hungría, por ejemplo; en un tren en Atocha... Ojos de mil colores, con la intensidad de la mirada, con el mensaje que te dice ("te he visto", "te conozco de algo", "me suenas", o... "me gustas": parecen decir esos ojos azules o verdes o de intenso marrón) o, simplemente, el chequeo de alguien a quien pegarse, para que el viaje no sea tan aburrido, con la canícula en la calle y mil historias de verano. A veces, dicen los poetas, esos ojos parecen pedir "ven, que aquí espero" y tú, como si nada, das una vuelta hasta que ecuentras la frase exacta para iniciar la conversación... Lo peor, añaden los que saben, son las no-miradas, la gente que no te mira... Al fin y al cabo, si quien te mira te envía un mensaje, quien no lo hace dice lo contrario.

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