20 de mayo de 2015

Esa muchacha joven...

Así, de repente, como cuando los rayos del sol te ciegan; fue así, recuerdo, cómo la muchacha apareció... posiblemente -eso no lo recuerdo, o no quiero- debió ser en un momento de incertidumbre, de zozobra afectiva, cuando empezó a contar cómo era ella. Y, entonces, me vi a mis veinte, como ella; devorando libros, como ella; sacando a las letras el jugo que llevan dentro, como ella; la pasión por los libros, como ella. Después vinieron otros temas, pero como si fuesen el mismo: es mi yo algo menos de diez años después. Hasta su sonrisa -la de las fotos- contagia la inercia de una alegría filológica que viene del pasado, o que ella me recuerda de aquellos días del vagón del tren que muchas mañanas compartía con un candidato socialista, hoy, a la Comunidad de Madrid. Ella dice que no, pero da bien a la cámara y reconozco que ha mejorado la generación: sus lecturas son metódicas, sus planteamientos inteligentes, sus palabras precisas... y hay algo de ella que, muchos días, no hallo en mujeres en los treinta: los segundos que saca para preguntar cómo ha ido mi día y si he estudiado. Es como si fuésemos juntos a clase en aquel cercanías a Cantoblanco; es como si el destino -o la fortuna, o los hados, o lo que sea- hubiese puesto a mi lado a una filóloga a la que con sólo mirarla supiésemos si son endecasílabos u octosílabos; si García Márquez o Vargas Llosa; si Complemento Directo o Complemento Indirecto... Es como si un día la realidad me hubiera dicho que no todo es deseo, que a veces la verosimilitud existe. Y es ella...

3 comentarios:

Belén dijo...

Qué cosas tan bonitas escribes!
Gracias por hacernos más amenos los días con tus relatos ;)

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Muchas gracias, Belén. Me alegra que tengas siempre unos minutos de tiempo para leer estas cosas mías y, espero, que también lo tengas para escribir tú. Ánimo.

Mercedes Campos dijo...

... o a veces es él. Ese que no sabes cómo llegó a tu vida, cuando menos lo esperabas y caído del cielo. Un oído que te escucha sin juzgar y que comprende lo que hay detrás de cada palabra que no dices. Momentos que se comparten, escasos y sinceros. Íntimos, irrepetibles y fugaces... Has tocado una fibra. Ay!

Gracias por hacerme recordar a mí también.