9 de agosto de 2015

Gauche caviar

En mitad del verano andas meditando cómo dar un paso adelante, cómo cambiar inercias aburridas, incertidumbres e idioteces; cómo dejar de lado lo inservible y a la gente que te has dado cuenta que no merece la pena (qué se le va a hacer)... Estás en ello cuando encuentras la genialidad en las pequeñas cosas del arte: un verso, un poema entero; el selfie de Alejandra Vanessa -la poeta- con su tatoo en el muslamen, las gafas y la ropa interior al aire; en la forma de escribir los whatsapp que tiene alguien; en eso que una periodista titula con cierta genialidad gauche caviar...  y te entra un mal humor (retrospectivo: con efecto retroactivo, más bien) por el tiempo que has perdido en ciertas personas, en trabajos no finalizados o mal rematados, en aguantar el rollo a no sé quién ahora (mejor, que si recuerdas te cabreas). Es eso: que te has perdido tantas cosas inteligentes e interesantes, como esa foto de Alejandra; como la mirada de alquien con sonrisa de mujer fatal; como el libro que no pudiste leer de corrido; como un poemario que compraste y cayó debajo en el montón, todo ello... El calor te hace salir a la calle y siempre te encuentras con alguien que te suelta, como si fuera un sheriff del Oeste: "chaval, lo bueno es darse cuenta, cambiar y dar el paso", y vas tú y te das cuenta de que es cierto, de que en esta vida llega un día en que hay que hacer borrón y cuenta nueva, que para eso inventaron las gomas de borrar. 



© Imagen: selfie de Alejandra Vanessa

3 comentarios:

Mercedes Campos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mercedes Campos dijo...

Y para eso se inventó también el verano, para darse cuenta de que vives a pesar de que creiste que no podías. Te metes a hacer de todo lo que antes te había dado "miedo", que con miedo no se vive, solo se sospecha la vida. Te rompes uñas de los pies cuando, por primera vez en tu vida, nadas hasta ese castillo flotante en el que te escurres y, a pesar del pavor que te da, te lanzas a él, te das la torta del siglo. Te apuntas a clases de buceo, porque no lo has hecho nunca antes. Y a windsurf... y llega la noche y estás como si te hubiera atropellado un coche, llena de magulladuras, heridas, cardenales. Pero son físicos, duelen y se curan. Y ayudan a olvidar a esos que pasaron por tu vida y no se atrevieron a seguir en ella. Esos que con sus miedos hicieron que te dieras cuenta de que así no se vive.

Sí, Francisco, es verano... y el calor hace que olvides.

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Mercedes, sí, suscribo punto por punto tu refexión... :-) Gracias por compartirla, aquí y ahora, con todos.