15 de agosto de 2015

La misma inercia de siempre

¡Lo mismo! Una vez mi extremeña favorita y yo hablamos de ello, sólo que ella es una mujer mucho más viajera que yo (más lanzada, intuyo), porque de lo contrario yo no tendría que escribirlo. La misma inercia de siempre; la misma gente de siempre; las mismas sonrisas --falsas o sinceras, da igual-- de siempre; el mismo mirar por encima del hombro de siempre; el mismo falso interés de siempre; la misma aburrida monotonía de siempre... En el café me lo han dicho: "¿Y ahora te enteras?"; así, con la racionalidad y el pisar el suelo de la calle que dan las experiencias previas. Mi extremeña favorita tiene la suerte de ser una tía inteligente que, a las primeras de cambio, con su sonrisa por delante se pilla un avión y se planta dónde le da la gana: yo confieso que también he sido --y quizás siga siendo-- así, salvo que pienso últimamente tanto las cosas que el vuelo sale y yo me quedo en tierra. Porque... ¿a ver qué necesidad tengo yo de ver jetas que no me apetece ver?, ¿qué necesidad tengo yo de estar en el sitio y en la hora en que no tengo la real gana de estar: ni por inercia ni por nada? Sí, claro que me he levantado revolucionario: ¡joder, si es que mi extremeña favorita tiene más razón que un santo y yo ahora debería estar en Lisboa o en Praga!; por ejemplo, y no necesariamente buscando el vuelo en Internet. Menos mal que ya me di cuenta hace tiempo que para cierta gente (muy concreta) soy únicamente amigo de segunda --o vaya usted a saber lo que pensará esa gente, que en su derecho está-- y reaccioné, porque ahora sólo me queda armar el petate y salir cagando leches de aquí y no volver hasta que la lluvia ácida haya pasado. Es, simplemente, la misma monótona inercia de siempre.

2 comentarios:

Mercedes Campos dijo...

Pues vete a Lisboa o Praga; yo me iré a Florencia y Venecia. Luego nos contamos las caras nuevas que vemos y lo que hemos vivido saliendo de nuestra monotonía y dejando atrás la inercia. ¡Venga!

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Lo haré. Y después relatamos...