Lo cierto es que la lengua española tiene una
especial querencia por utilizar la comida con intención expresiva, quizás mucho
más intensamente que otras lenguas. Así, ese sentido metonímico vale como
referente para hablar del físico, por ejemplo: las expresiones “tienes la piel
de naranja” o “tienes la cara como una paella” sirven para hablar de ‘celulitis’
y ‘acné’ e, incluso, cuando una gripe nos acomete tener “la nariz como un
tomate” habla de moqueo superlativo. Análogamente, para quitarse a alguien de
encima o mandarlo lejos, según sea el caso, podemos oír “que te den morcilla” o
“una porra” (dícese esto último como sinónimo de ‘churro’), también se oye
negar exclamando “¡y un huevo!” Añadamos que un bebé “hace pucheros” cuando
llora. Pero para dejar las cosas claras hablamos de que “al pan, pan y al vino,
vino” o que algunos asuntos son “como las lentejas, si quieres las tomas y si
no, las dejas”; aunque también loamos a nuestros amigos diciendo “eres la pera”.
En el mundo de la política se puede ser “chorizo” o se puede “dar la vuelta a
la tortilla”, siendo poco aceptado por el pueblo lo primero. Eso sí, a nuestro
jóvenes les gusta más usar ciertos alimentos (“peras”, “manzanas”, “melones”, “cocos”
o “plátano”) con connotación físico-erótica. Así es el español.
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