15 de septiembre de 2011

"La mirada atrás del maestro"



Hubo un tiempo en que por sus calles había vida; en la escuela se formaba cada mañana una nítida algarabía, mientras la maestra pasaba lista; los perros corrían incesantes de lado a lado buscando acomodo. Las mulas llevaban la carga desde el campo y el cartero conocía a cada vecino por su nombre completo y, desde la estación, sabía quién tenía buena o mala fortuna: el novio desde el Servicio o Hacienda, "que viene el señor Recaudador". No, no añoro aquellos tiempos que no viví, pero que me cuenta María desde su butaca de la Residencia. "Mis hijos vienen los domingos, me llevan a misa y comen conmigo en el restorán del pueblo", me dice cuando sabe que no grabo.


España se había quitado el polvo del siglo XIX y se desperezaba en el XX. Las mujeres murmuraban mientras lavaban en el río y se contaban cuán hermosos eran sus hombres, y fuertes, y buenos. Alguna no decía nada, viuda o porque el marido le daba mala vida; pero en ello no se metía nadie, aunque ojalá hubieran visto estos tiempos en que les echamos el guante a esos hijos de Satanás y se cagan.


Cuando Paco llegó de maestro estaba ya la República. Entonces había una sola escuela mixta y él ayudaría a María con las clases; bueno, mejor con los críos, que eran más revoltosos. No había tenído novia y María le parecía una diosa de la fortuna. Hablaban mucho, aunque ella tenía ya novio (aunque nada formal ni serio) y él, él jamás le dijo nada. El pueblo, que era muy pobre, se fue despoblando y cuando llegó el treinta y seis apenas quedaban en la escuela cinco chiquillos y dos nenas. Poco, así que María se quedó y él, él tuvo que ir a Marruecos, a Tetuán, a donde lo mandaron. No hubo despedida, pues se fue de noche para no tener que mirar atrás un pueblo casi desierto.


Cuando se lió el Movimiento Nacional él se puso de su lado; a ver quién era el guapo que no lo hacía en Marruecos. Tampoco le costó mucho, lo mismo daba, decía, pues no supo ni entendió nunca de política. Estuvo en Guadarrama y en Teruel. Llevaba en la guerrera un 'detente bala' y la foto de María, que tomó prestada, o robada, de cuando el fotógrafo fue a la escuela en el treinta y cinco. Pero un día una bala, ya casi tomando Madrid, le atravesó el corazón y el alma.


"Yo creo que Paco sí me quería, sí, pero no lo volví a ver y mira que lo busqué", dice ahora María con su lucidez. Yo, que sí sabía que el maestro había caído en acto de servicio no le iba a dar el disgusto de descubrile la verdad. Pronto se verían. "Creo que lo hicieron alto cargo", le dije por complacerla.


"Mira que yo lo quería, pero él jamás me dijo nada, de lo tímido que era. Lo busqué dos o tres años después de la guerra, pero no apareció", añade María mientras me enseña la foto de Paco que robó cuando pasó el fotógrafo por la escuela, el año treinta y cinco.

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