Siempre habrá un terrible abismo entre las letras y las ciencias...
En la cafetería de Recoletos en donde leí la noticia la entendí como una estupidez: “Unos científicos descubren a la mujer perfecta”. Así, sin más, parece como si hubiesen hallado a la mujer biónica o la hubiesen fabricado artificialmente en el laboratorio. Pero no, después de examinar a no sé bien qué cantidad de chicas han llegado a la conclusión de cuáles deben ser los diez parámetros que debe reunir una misma mujer para ser perfecta. Y claro, como yo soy de letras y soy literato y soy profesor y he conocido cientos de mujeres, únicamente me queda exclamar algo así como “qué gilipollez”.
Hace dos días que no duermo en casa, ni siquiera en el sofá. Tarifé con ella y decidí largarme, pero por supuesto, al rato, empecé a echarla de menos. Me pasa siempre que lucho por dejarla y olvidarla y cambio de humor a los diez minutos para pensar qué suerte he tenido en conocer a mi imperfecta niña mala. Digan lo que digan los científicos, que algunos se aburren como una ostra. No respondí sus sms ni luego ella los míos y como pilló un sábado por en medio se fue con las amigas de juerga, para darme celos; lo sabe y así disfruta, aunque finalmente ella me quiera sin decirlo y con mis propias manías.
Entro en casa y descubro la realidad de los dos días: nuestra cama sin hacer y los platos en el fregadero. Mi parte y la suya sin hacer. Un manojo de cartas -generalmente de bancos- sin abrir. Mis fotos boca abajo (ella lo hace así para no verme), sus zapatos tirados de cualquier manera y la nevera vacía. Es decir, yo creo que se ha quedado a dormir en el trabajo por si llego y tiene que verme… Nuestra bronca es similar, la de siempre, la que dice que entre un hombre y una mujer no hay comunicación o debería ser una comunicación de otra manera.
Yo no sé si estoy enamorado o no, puesto que el amor realmente no existe; pero a esta tía la quiero de una manera que no sé expresar y por ello convivo con ella, pese a sus imperfecciones, al mal genio que saca algunos días o que me toque a mí hacer lo que a ella en ese momento no le da tiempo, pues su agenda es un caos. Y fui yo, libremente, el que decidí que ella era ella. Y no me arrepiento más que los días impares, porque los pares me nace de dentro decirle que es estupenda. Imagino que ella podría decir de mí mil cosas por el estilo.
Y ahora salen los tontacos de los científicos a decirme que saben que hay una mujer perfecta. ¿Y a mí qué? Si yo quiero a las mujeres con sus imperfecciones, con sus cambios de humor, con sus malos genios, con sus manías, con sus… No quiero lo perfecto: lo perfecto quiero que lo vean mis ojos, incluso lo perfecto lleno de imperfección. Mis ojos deciden junto a mi alma, no la ciencia.
Hace dos días que no duermo en casa, ni siquiera en el sofá. Tarifé con ella y decidí largarme, pero por supuesto, al rato, empecé a echarla de menos. Me pasa siempre que lucho por dejarla y olvidarla y cambio de humor a los diez minutos para pensar qué suerte he tenido en conocer a mi imperfecta niña mala. Digan lo que digan los científicos, que algunos se aburren como una ostra. No respondí sus sms ni luego ella los míos y como pilló un sábado por en medio se fue con las amigas de juerga, para darme celos; lo sabe y así disfruta, aunque finalmente ella me quiera sin decirlo y con mis propias manías.
Entro en casa y descubro la realidad de los dos días: nuestra cama sin hacer y los platos en el fregadero. Mi parte y la suya sin hacer. Un manojo de cartas -generalmente de bancos- sin abrir. Mis fotos boca abajo (ella lo hace así para no verme), sus zapatos tirados de cualquier manera y la nevera vacía. Es decir, yo creo que se ha quedado a dormir en el trabajo por si llego y tiene que verme… Nuestra bronca es similar, la de siempre, la que dice que entre un hombre y una mujer no hay comunicación o debería ser una comunicación de otra manera.
Yo no sé si estoy enamorado o no, puesto que el amor realmente no existe; pero a esta tía la quiero de una manera que no sé expresar y por ello convivo con ella, pese a sus imperfecciones, al mal genio que saca algunos días o que me toque a mí hacer lo que a ella en ese momento no le da tiempo, pues su agenda es un caos. Y fui yo, libremente, el que decidí que ella era ella. Y no me arrepiento más que los días impares, porque los pares me nace de dentro decirle que es estupenda. Imagino que ella podría decir de mí mil cosas por el estilo.
Y ahora salen los tontacos de los científicos a decirme que saben que hay una mujer perfecta. ¿Y a mí qué? Si yo quiero a las mujeres con sus imperfecciones, con sus cambios de humor, con sus malos genios, con sus manías, con sus… No quiero lo perfecto: lo perfecto quiero que lo vean mis ojos, incluso lo perfecto lleno de imperfección. Mis ojos deciden junto a mi alma, no la ciencia.
2 comentarios:
solo difiero (lo demás me apasiona) en lo de que el amor no existe..:)
me encanta el cuento.
bellas palabras es muy sierto lo que dices ami me esta pasando y se como tu como duele tener a una supuesta mujer imperfecta
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