24 de mayo de 2013

"Falsas apariencias"


La primera impresión es la que queda, decían antiguamente las abuelas. Y aquellas abuelas, lo miremos como lo miremos, tenían mucha más sabiduría que las de ahora, a pesar de no haber accedido ni a la enseñanza ni a las nuevas tecnologías. Era así, la vieja sabiduría popular. ¿Cuántas veces nos hemos enamorado de las apariencias? De esa persona que queríamos ver que era de un modo que, a la definitiva, no era: simple idealización. ¿Cuántos edificios que tienen una hermosa fachada adolecen de aluminosis por dentro? Todos esos bohemios literatos, que se pasan (no sé si decir nos pasamos, pues un narrador no es más que una teoría) el día entre el ordenador o entre tugurios han tomado la pluma para glosar a la tipa esa que entra a las dos de la madrugada en el antro y que aparenta, en definitiva, lo que no es. Actrices, puras y sencillas actrices... Es mejor soñar con que quieres tomar un café con Sofía Vergara (lo que jamás bajo ningún concepto -ni por asomo- se producirá) que glosar el sueño en una de esas mujeres fatales que son un puro engaño. Lo decía Belén, "tienes razón, Paco, es mejor enamorarse de un mito, jamás te hará sufrir".

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