23 de agosto de 2013

"Conocerte o conocerme"


Aquella persona me dijo que llevaba una vida allí y poco la conocía; entonces pensé que es imposible que dos personas que están cerca (solamente cercanas, me vale) apenas se conozcan: ¡qué ingenuo fui! Con mi mochila a la espalda y algunos viajes (que, como decía Cervantes, abren la mente) descubrí que aquello era cierto, más que cierto. Crees conocer a alguien, incluso dices conocer a alguien y, pese al tiempo, apenas sabes nada de ella. Claro que... ¡está el extremo opuesto! Hay gente que, con mirarla, sé qué piensa, qué siente, como aquella vez en aquel pasillo: "eso se llama sexto sentido", dijo la abuela mientras cocinaba. Su aire, a su aire, con su aire y con el gesto de su rostro; con la expresión de sus manos, con el decir de su sonrisa, con esos ojos que hablan por un mundo. Es así, como decía Lope de Vega, "quien lo probó lo sabe". Hay cosas que uno deja por aburrimiento; porque con el paso del tiempo desgastan, o hastían o qué se sabe; otras, tan repentinas, lo llenan a uno de una energía que quizás no pensaba que tenía. Quien habla por uno se equivoca: los sagitarios no somos gente previsible, no tenemos el camino abierto ni trazado: lo construimos cada día al andar. Ese es el error de quien dice conocernos y no piensa que debe pararse a conocernos: somos como la chica esa, la de la foto, saltamos descalzos sobre el agua, un día de lluvia, con el riesgo de la gripe. Yo, of course, nací para aburrirme, pero sí para sorprenderme: por eso uno conoce con mirar, no con el pasar del tiempo.

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