8 de febrero de 2014

"No dar el paso"


Madrid, uno de esos años de la década anterior. La poeta que tú admiras -aún hoy, en toda su intensidad- va a dar un recital en el Ateneo. Tú, que la admiras y que estás profundamente nervioso vas a ir allí a escucharla; llevas en la mano unos cuantos de sus poemarios, con la vehemente intención de que te los firme. Llega la hora y tú, puntual como siempre, estás allí, sentado, no en la primera fila -que no se note las ganas de conocerla que tienes-, sino en una intermedia. Hay varios invitados: habla ella, al final; vestida de blanco; su voz elegante, sus formas más elegantes aún. Tú estás entusiasmado; pletórico: por fin has visto in situ a la poeta que más te gusta, cuya poesía te entusiasma. Termina el acto y todo el mundo se acerca hasta ella: para una firma, para un saludo, para una foto. Tú, que eres profundamente tímido, te pones nervioso y, algún resorte en tu interior, funciona mal: te vas a casa; sales de allí y caminas hasta el Paseo del Prado, en donde coges un bus. No te atreves, sientes miedo, algo hay que te ha impedido, te ha bloqueado y no las has saludado; no le has dicho que eres tú, el muchacho que le escribe mails... que tanto la ha leído. Allí queda todo. No todas esas historias tienen final feliz.

4 comentarios:

Belén dijo...

Muy bonito, pero triste. Espero que no sea cierto, ya que si no esa escritora habrá perdido la oportunidad de conocer a una gran persona.

Francisco José Peña Rodríguez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Querida Belén. Es puramente cierto; la poeta habita en el norte de España y el muchacho que la escuchó y no se atrevió a decirle nada ha sido profesor de Lengua.

Bitxito dijo...

Ay... las veces que nos jugamos malas pasadas a nosotros mismos.