6 de marzo de 2016

Escribirte a ti

Al final siempre te sales con la tuya y acabo escribiéndote; últimamente lo hago menos, pero alguna historia cae; las más de las veces entretejo una historia sin pies ni cabeza y me pregunto a mí mismo qué pensarás cuando la leas... pocas veces me dices algo. El otro día mi compañera Rebeca me preguntó sin rodeos por qué escribo casi siempre sobre mujeres, sobre el mundo de las mujeres; estuve tentado de decirle la verdad: que iba a cerrar este blog justo cuando decidí dedicarte una entrada, como ahora y desde entonces estas historias pretenden ser retazos de cosas que suceden ahí afuera. No sé, amores y desamores de la gente; situaciones que vivimos; frustraciones o esperanzas que la gente tiene cada día. De esa gente que se pregunta si esto es real o si es inventado; si estas cosas se inventan o se viven; si nos ponemos alguna vez delante de las protagonistas para vivir así. Un premio Nobel dice que sí, que uno ha de vivir un poco lo que escribe o no es creíble; él hablaba de erotismo, quizás porque no conoce que no hay nada más hermoso que mirar tus ojos, o tus manos; que no hay nada más grande que escuchar lo que dices, con esa tranquilidad con la que hablas... No lo sé. El caso es que todo escritor vive en algún momento rodeado de mujeres: buenas y malas; novias o amigas; bordes, indiferentes o dulces; con acento extremeño, murciano o laístas de Madrid; las que ríen a todas horas o las que no saludan nunca; quienes responden a los mensajes, las que esperan un cierto tiempo para hacerlo o las que no lo hacen nunca; aquellas que son de cómic, o protagonistas de novela. Muchas han vivido cerca, otras se pretende que lo hagan; muchas otras simplemente caminan por la calle y algunas se fueron y están bien donde habiten. Nadie sabe aún quién eres, tu nombre y latitud; y ahí estás, siempre tan sabiendo a poco. 

2 comentarios:

Mercedes Campos dijo...

¡Ay! ¡Ni se te ocurra pensar de nuevo en cerrar el blog! Te lea ella o no te lea, hay otras y otros que lo hacemos. También escribimos a "ese" que nosotras tenemos de "musa". Ni si te ocurra no compartir los pensamientos, los deseos o las palabras, sería como matar un sueño. Y si no sigues escribiéndole a ella, escríbele a otra que se apodere de tus pensamientos, pero sigue compartiendo las palabras que provocan que sigamos creyendo en eso que, a veces, pensamos que no existe.

¡Ni se te ocurra!

Un beso

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Gracias, Mercedes