4 de septiembre de 2016

Cruella

A veces creo que es algo demasiado común que exista gente así, aunque viniendo de su conversación me queda más claro que es un mal extendido. Sí, ese tipo de gente que pasa por un lugar -o por una vida- arrasando; esa gente que roba información en la empresa para venderla al mejor postor, la persona que trabaja al mismo tiempo para intereses contrarios o tu ex que se lleva el coche, la casa, la cartilla de ahorros y hasta el perro. El caso es que a la vuelta del verano fui a la oficina, tras de dejar abajo el insulso verano; al entrar, la secretaria me avisó que la tipa en cuestión se había ido a otro empleo ("le hicieron una buena oferta en otra Ltd. y se marchó", añadió Larissa) y me dije que septiembre empezaba bien. Llevo años como detective y en los últimos tenemos mucho trabajo: seguros, cuernos, espionaje industrial, alguna desaparición voluntaria... No era una buena compañera, mucho más cuando en este curro trabajar en equipo es cuestión de vida o muerte. Lo vi claro cuando noté que me habían cambiado las claves del ordenador y, tras un buen rato, el informático dijo que no quedaba nada útil del disco duro: los archivos en papel del "Caso Mathews" tampoco estaban y los diez mil dólares de la caja fuerte habían tomado mejores derroteros. Puse el grito en el cielo; ella, la tipa, Cruella, se había largado con todo lo que necesitábamos los demás. "¿Mejor oferta?, esta tía se ha ido jodiendo al personal", dije en la reunión de urgencia. "No te preocupes -habló Mike, con su sempiterno cigarrillo-, a este tipo de gente siempre le llega su hora: ya le pondrá los puntos sobre las íes alguien más cabrón que ella". Me calé el sombrero, salí dando un portazo y fui a comprar una silla, para esperar en la puerta.

2 comentarios:

Belén dijo...

Me encanta que cambies el rol ;)
La ficción que suena a ficción te pega mucho. ¡Enhorabuena!

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Gracias Belén... :-)